domingo, 3 de mayo de 2009

El melón de Descartes


Muchos filósofos o científicos han obtenido sus más importantes ideas a través de sueños reveladores. Descartes entre ellos.

Se cuenta que el 11 de noviembre de 1619 y en los días posteriores este pensador francés fue invadido por una serie de sueños significativos. En el primero, Descartes caminaba hacia la iglesia del pueblo La Fleche y se vio empujado a un lado por un viento poderoso. Desde el medio del patio, un amigo le grita que alguien le va a dar un melón.

En el sueño siguiente, Descartes escucha una terrible detonación y su habitación se llena de chispas. Y en el último sueño, ve en la mesilla de su habitación varios libros: uno de ellos es un manual de derecho (su padre era jurista) y otro es un compedio de poetas latinos. Al abrirlo, se encuentra esta frase de Ausonio: "¿Qué rumbo tomaré en la vida?". Abrir biblias al azar era una de las formas de recibir mensajes con significado en la antigüedad. Algunos exámenes de derecho se realizaban de esa forma, abriendo libros de leyes al azar y respondiendo preguntas sobre ese tema. Hoy se usa esa fórmula para consultar el I Ching, el libro de los cambios.

Estos sueños los relata el biógrafo de Descartes, que no era otro que el padre Adrien Baillet, en su libro "La vie de Descartes". Dejo aquí el link a un extracto, donde aparece el capítulo de los sueños. (en francés, je m'excusse).

Antes de interpretar estos sueños, vamos a describir la importancia de Descartes.

Desde que los filósofos clásicos griegos dejaron sus testimonios a la humanidad, el pensamiento no había sufrido grandes revolcones ni revoluciones. San Agustín copió a Platón para sustentar la existencia de Dios, y Santo Tomás hizo lo mismo con Aristóteles, lo cual se enseñaba en las escuelas con una rigidez tan académica que por eso se llama escolasticismo a la construcción de cualquier edificio intelectual para demostrar una idea preconcebida. Es decir, creatividad y crítica, cero.

Ya vimos que en el Renacimiento, casi dos mil años después del nacimiento de la filosofía en Grecia, se empezaron a destruir las bases de los prejuicios científicos: la Tierra no era el centro del Universo (como habían demostrado Copérnico, Galileo), el universo era infinito, había otros mundos... Todo ello tuvo un impacto en el pensamiento religioso, que había contado de mil formas que Dios había creado a la Tierra y por tanto era el centro del universo. Si no era el centro del universo, esa conclusión destrozaba las premisas.

Descartes, tan desconcertado como cualquiera, empezó a notar la necesidad de crear un pensamiento indestructible a partir del cual se pudiera construir el mundo desde el punto de vista de las ideas. Por eso se llama a su sistema idealismo.

Porque, pensaba Descartes, en el fondo todas las creencias filosóficas siempre parte de premisas que dan por hecho cosas "de cajón", pero no señor: hay que demostrarlas también.

Hasta los niños se han hecho esa pregunta alguna vez en la vida: si nos ponemos a preguntar el "por qué" de cualquier cosa, llegaremos a trocear tanto la realidad que dejará de tener consistencia. Pero, ¿qué pregunta tiene una respuesta desde la cual se puede empezar a construir todo el pensamiento? ¿Qué razonamiento es incuestionable?

¿Dios? No, eso hay que demostrarlo. ¿La realidad? No, porque puede ser un engaño de los sentidos (¿soñamos despiertos?). Y entonces se le ocurrió que la única premisa incuestionable es el mismo hecho de pensar: no sé si lo que ven mis ojos es cierto; no sé si el mundo existe; no sé si Dios existe... pero de lo que no tengo duda es que en este momento estoy pensando, que estoy razonando, dudando o lo que sea. Por eso, si pienso, es que tengo algún tipo de existencia. Pienso, luego soy (cogito ergo sum, en latín pues entonces aún se escribía en latín, aunque otras obras las redactó en un francés delicioso para que las mujeres entendieran filosofía).

Esos pensamientos supusieron un vuelco en la historia de la filosofía porque era la primera vez que se separaba el sujeto (yo pensante) de la materia (lo que sea que está ahí afuera). Llegó la era del subjetivismo, del hombre, del racionalismo, del pensamiento puro, lo cual explica la importancia de Descartes en la historia.

¿Y el melón dichoso?

Se han dado muchas explicaciones al simbolismo del melón en sus sueños. Al parecer, Descartes lo asociaba con el encanto de la soledad; o con la amistad de Isaak Beekman, su mentor filosófico, pues un buen melón es tan difícil de encontrar como un buen amigo. Puede ser la imagen de la tierra, o la necesidad de partir el pensamiento como un melón hasta llegar a sus últimas consecuencias: la verdad es que no sé qué hacer con el dichoso melón.

Según las biografías de Descartes, el pensador se dio cuenta a partir de esos sueños de que tenía que dedicarse a los más altos y profundos pensamientos filosóficos, a desarrollar un mundo matemático que le estaba abriendo las puertas.

Pero me gusta tanto la idea de poner un melón en el Museo del Pensamiento, que ya encontraré la forma de justificarlo.

Si te interesa saber más puedes consultar: "Descartes, el filósofo de la luz", por Richard Watson; "Descartes en 90 minutos", por Paul Strahern (los británicos, qué grandes divulgadores). Este último se lee en 90 minutos, incluso en menos. Y es una deliciosa introducción.

1 comentario:

  1. Freud hizo su interpretación al respecto. El melon que asociaba a "encantos de la soledad, pero representados por soliciotaciones puramemtre humanas" figuraba, se especula, alguna fantasía sexual.
    Saludos

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